Los pensadores en la historia han sido muchos y variados. Ciertos hombres dirían que todos lo somos, pero claramente esas personas no conocen una Amalia Granata o una Jelineck.
Sin embargo, ser pensador no significa que sea reconocido, o siquiera conocido. Este es el caso del Doctor Garmendia, uno de los teóricos más incomprendidos y olvidados que dio nuestro país.
Garmendia incursionó en casi todas las disciplinas. Se diría que en casi todo lo que se pueda pensar el lo pensó. Sus fieros detractores lo atacan principalmente de este lado, dicen “quien mucho abarca poco aprieta”, o más directamente “hablar tantas boludeces a la vez ya es grave”. Pero no nos sumaremos al raíd criticón de sus detractores y más bien intentaremos difundir las diferentes acciones que este hombre tuvo, a pesar de ser leído solo para afirmar generalmente: “que manera de mandar fruta”.
El pequeño Garmendia nació, según algunos estudiosos de su vida, en san Telmo en 1956, según otros, en Corrientes en 1960, y, según su afamada autobiografía “Las cosas que hice, dije, comí y cague”, nació en Budapest en 1427. Sin embargo por diferentes razones se desconfía de este dato. Los únicos datos más seguros son sus estudios, se dice que estudio abogacía, ingeniería y filosofía y abandonó satisfactoriamente todas ellas. Su titulo de doctor, sin embargo, no es inventado, se tienen datos de que obtuvo una licenciatura en Radicalismo de una extraña universidad porteña, desconocida, obviamente, por la mayoría de la población. Dicen que años posteriores se dio cuenta que sus estudios tenían que mejorar y, por lo tanto, se doctoró en peronismo. Esta medida fue tratada como contradictoria políticamente, insulsa académicamente y pelotuda públicamente. Sin embargo, el ahora doctor, Garmendia, anunció que hacer un doctorado el radicalismo es “un poco al pedo” y que ahora al ser doctor en peronismo podía, por fin, abarcar todos los aspectos de la vida, como lo hicieron el general Perón y sus seguidores, sin ningún remordimiento.
Es, entonces, luego de doctorarse, que Garmendia escribe su primer y, para muchos, principal libro. Incursionó en el terreno de, la política, la medicina y la sexología, todo a la vez, en una teoría fundamental. Establecía en “la política bajo los pantalones” cómo la dirección que el pene del hombre tomaba, era finalmente la ideología política de su vida. Para resumir citamos textualmente al autor: “si el “amigo” te tira pa la izquierda se te va a dar por tirar bombas e instaurar la dictadura del proletariado, pero si te tira pa la derecha, indefectiblemente vas a pedir más seguridad por las calles e insultar negros”. Su teoría causo varios revuelos, principalmente porque carecía de ejemplos valederos y de una sustentación teórica.
Abucheado a la vez, por toda la comunidad política, de ciencias sociales y la médica, al doctor se le complico la carrera intelectual. Pero, si hay algo que fue común en toda la vida del Doctor Garmendia, es su nula preocupación por lo que le dijera el resto del mundo. Y es por esto, que su siguiente trabajo revelador fue por el lado lingüístico. Su “Estudio de la verdadera forma del idioma” era, además de polémico, fuertemente juzgado académicamente. En este trabajo prácticamente establecía un tratado de cómo ciertas palabras debían ser. Su más famosa es su afirmación que vaca más bien debería ir con “B”. Sus aseveraciones se justificaban en preceptos extraños como: “La baca es un animal gordito mamífero y bueno como lo es la ballena y otros animales, no puede llamarse vaca, como una víbora.”. También el autor establecía que “gran” va con tilde y otros fuertes dictámenes, que llenaban a su libro de controversias. Nuevamente, la comunidad académica española lo abucheó fuertemente, y de hecho le negaron cualquier participación al congreso de la lengua española.
Sus trabajos fueron innumerables entre estos años, pero cabe comentar sus últimas incursiones. Quizás la más interesante, aprovechando el bum revisionista en la historiografia, fue su trabajo “San Martín debutó con un trava y otras revelaciones”. En esta obra Garmendia se despacha con datos, de dudosa calidad investigativa y absoluta capacidad de armar revuelo. Entre otros ejemplos, además de los del título, nos marca como a Sarmiento le gustaba jugar de 4 pero pegaba mucho en los corners. Que Belgrano no era gay, pero que le gustaba usar ropa interior de mujer, “y encima medio fea” como dice Garmendia. Todo esto entre varias declaraciones más, que como dijo algún critico especializado: “parece que la historia argentina la halla escrito Chilavert”.
Luego de este trabajo ya ningún campo del pensamiento y el arte local y varios del internacional lo estimaron al pobre Garmendia. Esto le dio vía libre para intentar nuevamente, sin importarle la estima de nadie. Y es así como estuvo muchos años para poder crear la cura final a la boludez. De hecho, dice su autobiografía anteriormente nombrada, que esto ya lo había hecho antes a inicios de su carrera y que por un desequilibrio en los experimentos, fue el mismo Garmendia el que empeoro la boludez, mutándola en su enfermedad más poderosa: La Pelotudez. En esto, sus críticos, no difieren con la información de su autobiografía, anuncian “que Garmendia sea el propagador de la pelotudez en el mundo, es más creíble de lo que parece”.
En sus años de depresión, además, Garmendia invento su propia religión “El racontuismo”. Para muchos, este acto de crear una religión de la nada, era un tanto “arbitrario”, pero Garmendia les contesto diciendo “un carpintero loco inventa una hace 2000 años y ahora todos lo creen un dios”. Sus palabras fueron un poco fuertes para la comunidad cristiana mundial, que le pidió que se disculpara, a lo cual Garmendia respondió “no puedo por razones religiosas.”
Luego de años de ser el único sacerdote de su iglesia propia, el doctor empezó a entablar su último trabajo, el cual sigue hasta la actualidad. Un trabajo que va a tono con su forma de trabajar: “El manifiesto Polemico”.
Son muchas las cuestiones a tratar de este olvidado, pero genial, sujeto, pero no podemos mostrarlas todas, de hecho varias son secretas. Posteriormente quizás sigamos rondando en la vida del Doctor Garmendia.